En todo proceso a desarrollar, y mucho más en agricultura, lo más difícil de lograr, pero que definirá el éxito o fracaso de nuestro proyecto, es establecer un correcto orden de prioridades en función de los objetivos pretendidos.
En el caso de un vivero o semillero, se trata de la obtención de plántula, con el adecuado porte y sistema de raíces, que permita una exitosa implantación en el lugar definitivo de cultivo. Algo tan simple ha de tener una priorización clara de los factores que van a condicionar el proceso productivo del plantel. Este orden de prioridades podría ser el siguiente:
1. Climatología: Temperaturas (medias y diferencias térmicas), Humedad reativa (media y evolución diaria), Agentes meteorológicos (vientos, granizo, lluvia intensa, etc., sobre todo en viveros al aire libre), Radiación incidente (cantidad y calidad de luz), etc. El clima condiciona el desarrollo de la planta mucho más que cualquier otro factor. Por esa razón la mayor parte de los viveros se encuentran en condiciones protegidas y en función de sus posibilidades implementan sistemas de humificación, ventilación, calefacción, pantallas térmicas y de sombreo, etc., que permitan un ambiente lo más controlado posible para garantizar una planta de calidad. No olvidemos que una gran parte del éxito del cultivo final está en la calidad con que ese individuo salga del vivero.
2. Sanidad: No hay que escatimar esfuerzos en el control fitosanitario del cultivo, y mucho más cuando existen serios riesgos de trnasmisión de virus, dada la gran susceptibilidad de las plantas jóvenes a la infectación.
3. Labores culturales y de manejo: Preparación del sustrato, proceso de germinación, elección de bandejas o contenedores y su llenado, tapado de la semilla, elección del volumen y altura del sustrato, repicados (en su caso), edad de la planta para trasplante, etc., son elecciones y actividades que condicionan la calidad de la planta en una medida mayor que el valor que se les da. Además estas actividades dependientes de decisiones y manejos personales, deben estar íntimamente relacionadas con la posterior implantación en el lugar definitivo. Por ejemplo, no es lo mismo la plántula que va a ser trasplantada en un suelo deficientemente preparado y con un clima agresivo, que una plántula que vaya a trasplantarse en un sustrato bajo invernadero con control climático.
4. Riego: De que sirve el mejor programa nutricional si no somos capaces de regar bien y tener una adecuada raíz, recordemos que el agua es el vehículo que pone en contacto los nutrientes aportados con la raíz del cultivo, si no regamos bien es imposible lograr una nutrición correcta. De esa forma es fundamental contar con un diseño hidráulico adecuado, disponer de un adecuado sistema de filtrado y establecer unas correctas dosis y frecuencia de riego en cada momento del cultivo.
5. Nutrición: Una vez llegado a este punto con los puntos anteriores bien trabajados, la nutrición juega un papel fundamental. Si alguno de los puntos anteriores fracasa o no está optimizado, no existen diferencias entre el mejor programa nutricional del mundo y un programa nutricional más o menos aceptable, en ese caso el limitante del cultivo y lo que frena el aumento de la productividad y calidad de planta no es el programa nutricional en sí, si no alguna de las prioridades consideradas con anterioridad (que pueden, lógicamente, desencadenar un problema o desequilibrio nutricional, que no se solventa con la modificación del programa nutricional, si no con la mejora del punto limitante).
RIEGO Y RAÍZ.
Las propiedades físicas del sustrato determinan el manejo del riego y condicionan una serie de factores como los siguientes:
– Aireación: Sin aire (oxígeno) en el sustrato, la raíz no puede respirar, sin respiración no genera la energía necesaria para su crecimiento y la absorción de agua y nutrientes (tener en cuenta que la raíz consume como 10 veces más oxígeno que la parte aérea).
– Movimiento del agua en el sustrato: La planta toma los nutrientes disueltos en la solución del sustrato, sin un perfecto flujo de agua en el sustrato (por deficientes propiedades físicas o por mala gestión del riego), la nutrición NUNCA puede ser correcta (por muy bueno que sea el programa nutricional).
– Recordemos que los poros del sustrato o están llenos de aire o están llenos de agua. Del mantenimiento de una buena estructura del sustrato dependerá el tener una adecuada relación de microporos (que quedan llenos de agua) y de macroporos (que quedan llenos de aire) tras el riego, y del correcto manejo del riego dependerá que seamos capaces de mantener una óptima relación aire/agua.
– Crecimiento de la raíz: En el cultivo definitivo hay que tener claro que todo buen agricultor es un excelente productor de raíces. La raíz es el órgano de la planta encargado de suministrar a la planta el agua y los nutrientes que ésta necesita (además de otras sustancias esenciales como citoquininas). Sin una raíz que tenga el suficiente volumen para poder captar la cantidad de agua y nutrientes que la planta demanda en cada momento y que esté lo suficientemente activa como para poder aprovechar ese volumen de suelo/sustrato colonizado, la plantación NUNCA irá bien.
La plántula que sale de un vivero debe tener como característica principal un sistema de raíces perfecto, que posibilite un rápido y exitoso asentamiento de la planta en el lugar definitivo, que minimice el estrés del transplante y que facilite sobremanera lo indicado en el párrafo anterior, es decr, generar un sistema de raíces de la planta impecable, en el menor tiempo posible. Debemos recordar, por ejemplo en una hortícola de fruto, que cuando los frutos comienzan a engrosar se frena rápidamente el desarrollo de la raíz, podremos mantenerla más o menos activa, pero será enormemente difícil que haga más volumen y explore más suelo, siendo esto fatal si la parte aérea de la planta va a seguir creciendo y la raíz ya quedó pequeña. Por eso es fundamental partir de una buena preparación del suelo, mantener una perfecta estructura en el mismo, efectuar una precisa gestión del riego en los primeros estadíos de la planta y, sobre todo, partir de una plántula de calidad.
APORTE HÍDRICO EN SEMILLEROS.
El 98-99% del agua que absorbe la planta se pierde en el proceso transpirativo. Para evaluar las necesidades de riego, hay que añadir la pérdida de agua desde la superficie del sustato y el exceso que se estime conveniente para drenar y evitar la acumulación de sales y/o desbalances nutricionales acumulativos, es decir, las necesidades de agua de un cultivo vienen marcadas por el agua perdida por evapotranspiración y las necesidades de lavado.
Las necesidades de agua de las plantas van a depender de la especie y su estado fenológico, del medio de cultivo y de las condiciones ambientales. Resulta evidente que estas necesidades se concentran en las horas del día de mayor insolación, entre las 11 y 17 horas, y que existen especies de bajo consumo y otras de consumo hídrico superior, en función de su número y reparto de estomas, el espesor y permeabilidad de su cutícula, la superficie foliar, etc.
Para una gestión racional de la nutrición hídrica en un vivero, se calcula la dosis de riego en fución del volumen y características físico-químicas del sustrato, y se ajusta la frecuencia de riego en función de la demanda hídrica de la planta. En un sustrato, el potencial hídrico debe situarse normalemnte entre 1 y 5 cb.
En los primeros estadíos de las plántulas, la mayoría de especies (hortícolas) requieren un mayor nivel de humedad en el sustrato, disminuyendo cuando la plántula finaliza el crecimiento de los cotiledones.
Pero lo realmente crítico en el sistema de riego de un vivero es poder lograr una adecuada uniformidad de las aplicaciones. Tenemos plántulas en un pequeño voñumen de sustrato, que deben recibir la misma cantidad de agua y de nutrientes disueltos en ella (en su caso), el efecto “buffer” es casi inexistente dado el pequeño volumen de sustrato en el que se desarrollan, aquellas plántulas que no reciban la cantidad precisa de agua (por defecto o por exceso) directamente no podrán tener la calidad requerida.
Existen diversossistemas de riego, empezando por el tipo manual mediante manguera con acoplamiento de una boquilla tipo ducha, donde la uniformidad no será la exigida y además es totalmente dependiente de la habilidad del operario. Este sistema se emplea hoy en día para reforzar con riego adicional las orillas del plantel que sufren una evapotranspiración más pronunciada que la media. En el otro extremo tenemos los carros o trenes de riego automatizados, donde una barra provista con boquillas se desplaza por encima del plantel aportando solución nutritiva y con la posibilidad de automizar el sistema de forma que por ejemplo, cada cierta longitud, coincidente con las diferentes especies o fechas de germinación del vivero, pueda cambiar su solución nutritiva para adptarla a cada grupo de plantas existentes, pueda regar o no hacerlo, cambiar la velocidad de avance, variar el número de pasadas, etc.
Aunque hay otros sistemas de riego (subirrigación, riego localizado, etc.), el sistema de riego más convencional en los viveros de planta de bajo porte es la microaspersión, bien suspendida de la estructura o sujeta a los elementos soportes de las bandejas. Existen diversos tipos de microaspersores (fijos, rotativos), de diferente caudal, espaciados a diferentes marcos, etc. Pero el objetivo siempre ha de ser conseguir una aplicación completamente uniforme.
En cualquier caso se aconseja siempre una distribución a tresboillo y resulta extremadamente importante efectuar pruebas de uniformidad sobre la superficie mediante la colocación de recipientes receptores (vasos de mismo diámetro a razón de 1 por bandeja), que verifiquen la eficacia teórica del sistema. Si la uniformidad lograda no es la exigida, debemos ir variando los marcos por encima y por debajo de valor teórico (el dado por la ficha técnica del microaspersor), hasta llegar al marco óptimo para nuestra estructura, tipo de aspersor y difusor, presión de red, altura sobre el cultivo, etc.
DOSIS Y FRECUENCIA DE RIEGO.
La dosis de riego debe permitir el agotamiento entre riego y riego de aproximadamente el 30-40% del agua útil que tenga el sustrato, se fuerza en ese sentido para asegurar su oxigenación e inducir un más potente crecimiento y desarrollo radicular. De este modo para sustratos más o menos convencionales, la dosis de riego debería ser aroximadamente de unos 100 l por cada m3 de sustrato empleado. Lo recomendado es regar siempre con esa dosis (una vez verificada su uniformidad y adecuación al sustrato) e ir ajustando la frecuencia según factores cimáticos, especie y estado de la planta y, sobre todo, estado de humedad del sustrato, el cual debe permanecer tras 3-4 horas después del riego, uniformemente húmedo pero suelto y no sobresaturado en agua.
Adicionalmente y también para estimación de la frecuencia de riego se deben colocar recipientes que recojan el agua drenada, así como recipientes que capten el agua recibida. Este porcentaje, estimado en l/m2 de superficie cubierta en viveros de bandejas o en l/contenedor o planta para viveros de plantones o plantas de mayor porte, debe ajustarse en función de la calidad del agua de riego (fundamentalmente de sus contenidos en sodio y/o cloruros). Para un agua de riego más o menos normal (CE 0.5-1.5) debemos mantener drenajes mínimos del 25-30%, sin causar sobresaturaciones en el sustrato.
Conforme la uniformidad de riego sea peor, mayores deberán ser los porcentajes de drenaje (para un mismo tipo de agua de riego) y mayores las exigencias de aireación y drenaje interno del sustrato.
Todo esto nos lleva generalmente a regar cada 2-3 días en invierno y a diario en verano, aunque como se ha comentado eso depende de muchos factores como clima, especie y estado fenológico, volumen del alveolo o contenedor, propiedades físicas del sustrato, etc. Preferiblemente los riegos deben darse fuera de las horas de mayor insolación, sobre todo si las conducciones o mangueras están expuestas al sol, ya que podríamos provocar quemaduras en las plantas.
Otras estimaciones prácticas a la hora de manejar la frecuencia o inicio del riego pueden ser el cambio de color de la superficie del medio, del oscuro (húmedo) al claro (seco) en caso de sustratos a base de turba, la pérdida de peso de las bandejas o contenedores de cultivo dispuestas sobre una balanza o multiplicar la evapotranspiración máxima diaria por un factor aproximado de 1.3-1.5.